Por JUAN MALDONADO ELOY-GARCÍA (médico) para DiarioSur.es (25.2.11)

 Para podernos adaptar a los vaivenes de la vida los humanos poseemos la capacidad del olvido. Olvido no selectivo sino involuntario. Hasta ciertos límites este «desaprender» puede resultar beneficioso para nuestra frágil existencia. Imaginar el futuro y recordar el pasado son dos cualidades que se activan en una misma zona de nuestro cerebro.

Dentro del campo de la Cultura existe un espacio de conocimientos de la física y las matemáticas superiores donde algunos avances logrados en este último año están llamados a quedar sumergidos en una zona oscura muy próxima al olvido. El caso es que en el 2010 dos noticias de la física moderna han ocupado un lugar vinculado a las Bellas Artes, en concreto con la pintura y más exactamente a la biografía de Picasso.
Gregori Perelman, matemático ruso, un individuo antisocial y superdotado psíquico, ha sido premiado por el Clay Mathematics Institute con la medalla Field por haber desentrañado el gran enigma del siglo XX -uno de los Siete Problemas del Milenio- al resolver el teorema planteado hace un siglo por Poincaré cuando predijo, que nuestro espacio tridimensional cabría conjugarlo en un plano.
También en el año 2010 el mundo de la física sufrió otro sobresalto al publicar Stephen Hawking su obra titulada The Grand Designy. Este investigador de la física cuántica, en su último libro aventura, aunque sin demostrarlo, dice que el Universo pudo crearse a sí mismo desde la nada. Siempre cabe pensar en la existencia de un Creador inicial. Un antes, antes del antes. Cada uno de estos dos acontecimientos científicos acaecidos en el 2010, tienen a su vez un precedente en el siglo anterior. Situémonos ahora en un año que podría ser el 1907 para dejarnos llevar por la flecha del tiempo. Seremos testigos de cómo en apariencia todo sucede en un solo sentido: el universo sigue la dirección de expansión y no de contracción, las ondas electromagnéticas como la luz se propagan alejándose, la energía fluye de los cuerpos calientes a los fríos, los seres humanos recordamos el pasado y nunca conocemos el futuro. Ocurre que durante este último siglo todas estas aseveraciones se han tambaleado. Las partículas subatómicas no siguen un ordenamiento unidireccional.
Jules-Henri Poincaré, físico francés fallecido en 1912, en sus últimos años coincidió con Albert Einstein y su Teoría de la Relatividad Especial (1905). Poincaré desde las matemáticas y la geometría se situó muy próximo a Einstein que se movía entre la física y la filosofía. Pablo Ruiz Picasso, que había logrado afincarse en París con una habitación en el Bateau Lavoire, donde se pasaba el día pintando, conoció estas investigaciones.
Era vecino de un agente de seguros, Maurice Princet, estudioso de las modernas matemáticas y compañero de aventuras de Pablo y los jóvenes de su «banda», uno de los cuales terminó por quitarle su pareja. Aislado Maurice en una triste soledad, acudía a ver pintar a su vecino y se olvidaba de sus penas explicándole los últimos descubrimientos en la Teoría de la Relatividad y las conjeturas de Poincaré.
Corría el año 1907 y al joven pintor malagueño todo le atraía y le interesaba. Por entonces se estaba celebrando en París una gran muestra conmemorativa dedicada a Paul Cézanne. Quien al final de su vida se retiró del grupo de los impresionistas para plantear en sus cuadros una abstracción mediante cromatismos vibrantes geométricamente vivos. ‘Perspectiva ambigua’ -passage- que viene a liberar por vez primera a la pintura de la perspectiva única. En sus manos la geometría del espacio se define por planos.
Picasso quedó impactado por Cézanne: «Ha sido mi solo y único maestro, he pasado años estudiándolo, era como el padre de todos nosotros». ¿Qué ocurrió en su mente en aquel año de 1907? Las teorías del tiempo y del espacio de Einstein y el mundo triangular de Poincaré vinieron a ensamblarse con los planos geométricos de la pintura cezanniana, abriendo los ojos del artista a un mundo donde el cerebro elabora las percepciones abstractas de nuestros sentidos.
Picasso se lanzó al vacío en la más insólita y arriesgada aventura, saltando sobre el arte clásico y convencional. En aquel 1907 abrió una brecha única al pintar Las señoritas de Avignon, herida aún hoy no cicatrizada, ya que por ella penetró la libertad en el arte. Ni los más sofisticados procedimientos informáticos, ni el video o las instalaciones han obtenido un momento de calma. El arte evoluciona sin lograr transmitir un mensaje definitivo.
El arte eterno permanece. Cuando cada año Pablo parece que pudiera perderse en la lejanía de un arte nuevo, al entonar un Picasso adiós nos sorprende que él vive inamovible, como un hito en el tiempo, mientras es nuestro espacio cuántico e inconsistente el que vuelve a diluirse en la Historia del Arte. El siglo XXI será un periodo de progresos científicos y tecnológicos pero, en su discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias 2010, el escritor Amin Maalouf nos previene de la posibilidad de que se trate de un siglo de retroceso ético.

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