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DIVAGACIONES CINESCAS

¡ADIÓS, RUBIAS!…

APENAS repuestos del trastorno y desorientación que trajo consigo el cine sonoro, se nos anuncia que está en puertas la divulgación de otro invento maravilloso, afín de la radio y del cine, que constituye la última conquista de las ciencias: la televisión. Otro invento que, por el carácter espectacular que se le ha dado, no sólo trastornará las leyes establecidas como principios esenciales del séptimo arte, sino que traerá también la consiguiente renovación de las figuras que viven en él.

¡Qué raro – ¿verdad? – que casi a todos los inventos actuales se les busque en seguida una aplicación espectacular! El invento no significa ya, como en siglos pasados, un paso más en el progreso de la ciencia pura para ser aplicado a las necesidades de la vida del hombre. No. El invento de hoy ha de tener algo que se aparte de la escueta utilidad del motor de explosión, algo de espectáculo, como si, satisfechas ya las necesidades que imponían la vida y el trabajo, quisiera ahora la gente aplicar el ingenio científico a buscar medios para divertirse en grande. 

Ahí pues tenemos la televisión como avanzada en el progreso de las ciencias, en la cual se busca todavía el perfeccionamiento, no tanto para la transmisión científica de la imagen como para la adaptación de ese fenómeno a un espectáculo que pueda atraer al público curioso.

Es un paso más para acabar de dar al cinematógrafo, junto con el efecto de relieve, que también se le está estudiando, la máxima sensación de la realidad. Hasta hace poco, las sombras en la pantalla eran mudas como todas las sombras; hoy esas sombras articulan voces como todos los seres racionales; mañana esas mismas sombras tendrán perfecto relieve como todas las cosas del Universo, y, por si eso es poco, las veremos moverse al mismo tiempo que se muevan las figuras reales a que correspondan, situadas a miles y miles de kilómetros de distancia.

¡Oh televisión! ¡Oh radiotelefonía! ¡Oh cine en relieve! ¡Oh revoltijo de cine, radio y televisión, que no nos deja ni un punto de reposo para meditar y ponderar la trascendencia de los inventos! Las rectificaciones de estéticas y de principios se suceden sin parar. los cánones recién aprobados como buenos por la práctica, desparecen al punto, substituidos por otros nuevos de insospechada realidad. Unos se rectifican, otros se acoplan, muchos se inutilizan. Así, ayer la fotogenia era el argumento supremo del arte cinematográfico. Hoy se le ha añadido la fonogenia, y para mañana se nos anuncia que en la televisión se habrán de tener también en cuenta las condiciones del relieve del cuerpo – ¿somatogenia? – para su mejor proyección a distancia. 

Y lo mismo que el cine sonoro ha barrido el prestigio artístico de un sinfín de figuras que parecían inconmovibles, así la televisión amenaza que habrá de barrer otra buena porción de las que hoy viven más encumbradas. Probablemente, las primeras en sufrir los efectos eliminadores de la televisión serán – ¡oh desdicha del teñido! – las rubias y las pelirrojas. Las normas fotogénicas de la televisión rechazan casi de plano esos colores claros y reclaman el obscuro de las morenas y las castañas. 

¡Adiós, rubias! ¡Adiós, agua oxigenada!… La televisión, por lo visto, no entiende de coqueterías femeninas. No comprende la contrariedad que causa a las mujeres – ¿qué mujer de hoy no es rubia? – ese cambio de color en el mundillo de las sombras. O tal vez es la televisión más coqueta y «vampiresa» que ellas y quiere hacerlas a todas morenas a su gusto. ¿Por qué ha de predominar siempre lo rubio en los secretos del tocador? ¿Acaso la moda consiste en hacer siempre lo mismo? ¡No, no! Algún día había de ganar lo moreno.

Así, pues, con la renovación de los principios estéticos, vendrá también la renovación de las provisiones del tocador…, la renovación de los gustos de los caballeros…, la renovación de los dictados de la moda… Y, al fin, la desaparición para siempre de muchas rubias y pelirrojas que hasta hoy han sido la delicia del mundo de la pantalla. 

LORENZO CONDE,  

 PARA LA REVISTA FILMS SELECTOS,

AÑO III. Nº 83. 14-MAYO-1932

PORTADA DE LA REVISTA CINEMATOGRÁFICA FILMS SELECTOS Nº 83

PORTADA DE LA REVISTA CINEMATOGRÁFICA FILMS SELECTOS Nº 83

Después del frío mes de enero en la Sierra Norte de Castilla y antes del período de Carnaval, se celebra en la Villa de Arbancón (Guadalajara) la fiesta de la Candelaria, declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial. Cada 2 de febrero un misterioso personaje recorre las calles del pueblo. Es La Botarga, un personaje mágico de raíces tan profundas en Arbancón, que se pierden en la memoria de los tiempos.

La Botarga de Arbancón

La tradición manda que salga en la mitad del invierno. Su presencia tiene que ver con los ritos de fecundación, vinculados a la germinación de los campos y a la fertilidad de la mujer. Mediante el baile y la máscara, La Botarga invoca al Espíritu del Mal, productor de devastadoras tormentas y pertinaces sequías. Cuando consigue atraerle, deja que el Espíritu tome posesión de su persona para así permitir que las fuerzas del Bien, representadas por el Sol, actúen sobre las cosechas y los vientres de las mujeres.

Con su disparatado traje, su máscara terrorífica, campanillas sujetas a la cintura, una cachiporra en una mano, una naranja en la otra y movimientos impúdicos, La Botarga de Arbancón es la prueba viviente del origen ancestral de la Villa. Se le atribuye ascendencia celta prerromana, pero con la llegada del cristianismo, el personaje se convirtió en una especie de bufón, representante de la lujuria, con la misión de recaudar fondos para el mantenimiento de la fiesta, respetando el disfraz, que además está perfectamente documentado en el joven Museo de Historia y Costumbres de Arbancón.

La Botarga, con sus diferentes variantes en el vestuario, es una figura propia del centro y Norte de España aunque, como tradición cristiana, se exportó también a otras regiones del país e Hispanoamérica. Debido posiblemente al carácter rural de estos personajes, en algunas zonas su aparición se ha desplazado hasta el período estival, seguramente relacionándolo con la trashumancia.

Botargas

Debido a una serie intrincados contratiempos, el blog ha estado abandonado últimamente, pero ya estamos aquí de nuevo, hemos vuelto y estamos preparando nuevos artículos para poder volver a disfrutar del ARTE TODOS LOS DÍAS.

De momento un reportajillo de 2007, cutre y sensacionalista, a la manera a la que nos tienen acostumbrados en Telecinco.

¡

Criticad!

El 15 de febrero de 1812 en Killingly, Connecticut, nació Charles Lewis Tiffany. A los 15 años empezó a trabajar en la tienda de su padre y en 1837 hizo las maletas y se marchó a Nueva York con su amigo John Young y unos 1000 dólares que les habían prestado. Con ellos, abrieron una pequeña tienda en Broadway llamada «Tiffany, Young and Ellis», que operaba como  «stationery and fancy goods emporium» (vendían artículos de papelería y otros objetos lujosos y de alta calidad). 

En 1853 Charles Lewis Tiffany tomó el control del negocio y la tienda empezó a llamarse Tiffany & Co. 

Por una de las casualidades de la vida, en 1858 Charles empezó a fabricar él mismo una especie de souvenirs con unos cables y desde entonces el negocio comenzó a prosperar.

Durante la Guerra de Secesión (1861-1865) se dedicaron a fabricar espadas y medallas condecorativas. Esto, unido a la incansable búsqueda de objetos únicos y exclusivos de Charles Tiffany cautivó y fascinó a la gente adinerada de Nueva York. 

Cuando acabó la Guerra Tiffany se especializó en el comercio de objetos de oro, plata y piedras preciosas y además estableció el estándar de la plata de ley 925*.

En 1867 Tiffany & Co. obtuvo el Premio al Mérito en la Exposition Universelle de París, convirtiéndose en la primera empresa estadounidense en obtener el reconocimiento de un jurado europeo. Su fama terminó de extenderse por todo el mundo cuando en 1887 la tienda obtuvo algunas de las joyas de la Corona de Francia y la prensa apodó a Charles «el rey de los diamantes».

Charles Lewis Tiffany murió el 18 de febrero de 1902, dejando a sus herederos un negocio de 35 millones de dólares y de renombre mundial. La joyería se hizo cada vez más exclusiva, y en 1940 se estableció en una esquina de la Quinta Avenida de Nueva York. Hoy la que se considera la casa de diseño más importante de Estados Unidos y la principal joyería del mundo, tiene sucursales repartidas por todo el globo. 

Aunque el primer día de trabajo cerró la caja con unas ventas de 4’98 dólares, el mundo de las joyas y los artículos de lujo nunca volvería a ser el mismo.

Tiffany & Co. en la Quinta Avenida

*La plata pura es demasiado blanda por su cuenta, así que necesita una aleación con otro metal, generalmente cobre. La norma de calidad para la plata que estableció Tiffany fue una proporción mínima de 92’5% de plata pura dejando el 7’5% restante a la aleación del otro metal. Esta «norma» sigue vigente hoy en día. 

Retrato de la marquesa de Santa Cruz (1805) Francisco de Goya

Este lienzo es uno de los más bellos y sensuales pintados por Goya. Se trata del retrato de doña Joaquina Téllez-Girón Alonso-Pimentel, Condesa de Osilo, marquesa de Santa Cruz de Mudela, camarera mayor de Palacio con la reina regente María Cristina y aya de Isabel II y de su hermana.
Esta muchacha era la segunda hija de los Duques de Osuna y su madre, la Condesa-Duquesa de Benavente, le regaló este retrato como regalo de boda cuatro años después de que esta tuviera lugar en 1801. La relación de amistad de la familia Osuna con Goya dio lugar a este maravilloso retrato. Es una de las obras goyescas más aplaudidas por la crítica y unánimemente reconocidas como obra maestra, prácticamente desde el mismo momento de su ejecución, ya que es el único retrato femenino mencionado explícitamente por Javier Goya en una breve biografía de su padre que escribió en 1831.
Pero vayamos a lo que íbamos. Este lienzo, La abuela en camisón, como afectuosamente se la denominaba en la familia al perder la memoria de su significado, permaneció dentro de la familia de los marqueses de Santa Cruz hasta principios del siglo XX.
A finales del XIX era propiedad del hijo de los marqueses, el conde de Pie de Concha. A su muerte, lo heredaron sus sobrinos, los hermanos Silva y Fernández de Henestrosa -María Luisa de Silva (casada con el infante Fernando de Baviera), María Josefa de Silva, y su hermano, el marqués de Zahara-, copropietarios del mismo durante la exposición Goya en el Prado celebrada en 1928.
En 1940, recién terminada la Guerra Civil, el gobierno de Franco decidió entregar dos obras representativas del arte español a Mussolini y a Hitler, como recuerdo de su apoyo en la contienda. Para el comité de este affaire se nombró una pequeña comisión formada por dos prestigiosos profesores, J. Martínez Santaolalla y el marqués de Lozoya, arqueólogo e historiador del arte respectivamente. Se determinó entonces la compra por 1.000.000 de pesetas del Retrato de la marquesa de Santa Cruz que, además de lucir una esvástica en la lira-guitarra, era un cuadro de apariencia académica, un punto neoclásico en el tema y de bellísima ejecución. No obstante, el giro de los acontecimientos dejó en suspenso la entrega. A cambio se enviaron a Alemania dos fíbulas de oro visigodas. Mientras, el retrato siguió en el Palacio de El Pardo.
Terminada la II Guerra Mundial, se depositó en El Prado y luego se tomó la decisión de venderlo. A juicio del entonces director de la pinacoteca, Álvarez de Sotomayor, el cuadro “no aportaba nada nuevo” a las colecciones de Goya (se rumoreaba además que en los Estados Unidos se había descubierto un ejemplar mejor, actualmente en el County Museum de Los Ángeles); el marqués de Lozoya, a la sazón director general de Bellas Artes, propuso venderlo en Inglaterra y con su producto adquirir pintura británica. Por fortuna, un coleccionista vizcaíno, Félix Fernández Valdés, entregando una suma mayor, lo recuperó en el Reino Unido, pensando en donarlo al Museo de Bilbao.
Pero no fue así y el retrato de doña Joaquina residió casi 40 años en Neguri (Vizcaya). A la muerte del coleccionista vizcaíno en 1980, lo heredó su hija María Mercedes Fernández Valdés, quien en 1983 lo vendió a Antonio Saorín Bosch -comerciante mallorquín- en Madrid por la cantidad de 25.000.000 de pesetas, haciendo constar en el contrato que el cuadro era inexportable, aspecto que no se respetó. Este último propietario sacó la obra de España el 6 de abril de 1983.
El 11 de abril de 1985 el Retrato de la marquesa de Santa Cruz fue comprado en Zurich por lord Wimborne, quien, según sus declaraciones, entabló contacto con el gobierno español para ofrecerle el retrato en ventajosas condiciones. El escándalo saltó a la prensa y las noticias procedentes de Inglaterra indicaban que Wimborne tenía intención de subastar la obra en la sala Christie’s de Londres. Considerando que la pintura había sido exportada ilegalmente y reconocida esta ilegalidad por la corte inglesa en fallo del 11 de marzo de 1986, el gobierno español llegó al acuerdo de compensar económicamente al propietario con 6.000.000 de dólares -equivalentes a unos 900.000.000 de pesetas al cambio de la época-, cantidad que fue hecha efectiva por la administración del Estado y diversas instituciones privadas. Finalmente, tras su azarosa peripecia, el retrato ingresó definitivamente en el Museo del Prado el 18 de abril de 1986 y fue inventariado con el número “Inv. 7070”.


En la antigua Roma, Diciembre era el mes de Saturnalia, una fiesta en honor al reinado del dios Saturno sobre la Roma de  la Edad de Oro. Se suponía que en esta Edad, la tierra era fecunda y no existía la discordia ni la guerra.

Durante la fiesta de Saturnalia, que duraba una semana, todo estaba dominado por las comilonas y la bebida. Además, durante esta semana se invertía el orden social y eran los amos los que tenían que servir a los esclavos y no solo eso, sino que los esclavos ocupaban por ese período los altos cargos del Estado. Aparte, era tradición el intercambio de regalos, sobre todo si eran de plata.

La fiesta también era una celebración del fin de las tinieblas y el comienzo de un nuevo año. Este es un fragmento de las palabras pronunciadas por la sacerdotisa en el rito de Saturnalia:

«Esta es la noche del Solsticio, la noche más larga del año. Ahora las Tinieblas triunfan y aun así todavía queda un poco de luz. La respiración de la naturaleza está suspendida, todo espera, todo duerme. El rey oscuro vive en cada pequeña luz. Nosotros esperamos al alba cuando la gran Madre dará nuevamente a luz al Sol, con la promesa de una nueva Primavera. Así es el movimiento eterno, donde el tiempo nunca se detiene, en un círculo que lo envuelve todo. Giramos la rueda para sujetar la luz. Llamamos al Sol del vientre de la Noche. Así sea.»

Pero llegó la Edad Media y topamos con la Iglesia. Fue un período de grandes herejías (incluso se llegó a llamar Cruzada a la lucha contra los cátaros del sur de Francia). Desde el 45 a. C., con el establecimiento del calendario Juliano, se fijó el día 25 de Diciembre como el día del Solsticio de invierno en el hemisferio Norte. Y en la Edad Media se fijó precisamente esta fecha como el día de Navidad para que los fieles prestasen menos atención a las fiestas paganas del Solsticio de Invierno y más a las celebraciones de la Iglesia.

Después, en 1582 el papa Gregorio XIII volvió a cambiar el calendario (calendario Gregoriano) y el Solsticio de Invierno en el hemisferio Norte llegaba alrededor del 21 de Diciembre. Anualmente, en el calendario Gregoriano el Solsticio fluctúa ligeramente, pero a largo plazo, sólo alrededor de un día cada 3.000 años.

Cada cultura interpreta el solsticio de una forma diferente, aunque suele tener relación con el Invierno. Ya era un momento importante incluso durante el Período Neolítico, ya que estos eventos astronómicos controlaban gran parte de la vida (apareamiento de los animales, siembras de los cultivos, sacrificios de animales para el abastecimiento de carne -lo que supone que sólo se comía carne fresca en este período-, el fin de la fermentación del vino o de la cerveza).

El evento se ve como la inversión del retroceso de la presencia solar en el cielo, por lo que los conceptos de nacimiento o renacimiento de los dioses solares se han unido comúnmente de forma simbólica al Solsticio. También son propios los calendarios cíclicos referentes a la vida-muerte-renacimiento (o resurrección) de las deidades. Y la inversión  también es habitual en Saturnalia (como hemos dicho antes).

FELIZ SOLSTICIO DE INVIERNO

FELIZ SATURNALIA

Para saber más sobre Saturnalia, consulta nuestro blog amigo: http://elartesegunalon.crearblog.com/?p=10

Una de las mejores cosas que se pueden hacer en Madrid es visitar el Museo del Prado, aunque hay que decir que cada vez cuesta más, literalmente, porque el precio de la entrada está por la nubes, pero esa es otra historia. El caso es que si no hay mucha gente (cosa que también es bastante difícil) es un sitio estupendo para pasear. Cuando voy, lo primero que hago es ir a mis salas preferidas: las de los Primitivos Flamencos, desde aquí, todo es improvisar. Si tienes suerte, llegas a las salas de Goya (1746-1828) . Últimamente me llama la atención su manera de pintar las telas, así que el paseo me lleva a los retratos. Pero te paras a ver  su cuadro San Juan Bautista niño (1805-1812) y piensas: «Esta cara me suena. ¿Dónde he visto esta cara antes?». Y lo dejas pasar. Si tu visita al museo es corta, no te acordarás de esto nunca más, pero si llegas a Velázquez  encontrarás la solución. Y es que Goya, como pintor de cámara, tuvo acceso a las obras del sevillano y las conocía muy bien. Aunque no podemos hablar de dependencia de Goya respecto a Velázquez (1599-1660), sí que podemos ver las lecciones aprendidas del maestro: un Barroco reflexivo y naturalista, un sosegado clasicismo, ligereza de toques y pinceladas que, aunque más cargadas en Goya, forman grandes trazos que a su vez generan figuras a contraluz en los primeros planos… Y entonces lo ves: El triunfo de Baco o Los borrachos(1628-1629). Y es que resulta que Goya utilizó la cara de Baco para su San Juan, para construir una cabeza de modelado fuerte, casi escultórico, en la que no desaparece, sin embargo, el trepidante naturalismo. 

 

Los borrachos o El triunfo de Baco (1628-1629) Velázquez

 

San Juan Bautista niño (1805-1812) Goya

Hoy estaba leyendo esto:

» Lo que había tras las carcajadas

(…) Lo primero fue el caos: persecuciones desenfrenadas, caídas inconcebibles, policías burlados, ricachones ridiculizados, señoras pomposas a las que se meten helados por el escote, pícaras bañistas, puertas giratorias, resbalones, tropezones, zancadillas, patadas en el trasero y más y más carreras. Es el mundo de las comedias de Mack Sennett (…) que durante veinte años produce películas a un ritmo de dos por semana; que lanza personajes, improvisa trucos, inventa gags y, entre risotadas, va dando al cine sus grandes hallazgos visuales, así como el western le da el paisaje y Griffith la gramática.»

Vamos a hablar de cine, García Escudero.

Y me ha venido a la cabeza esto:

La imagen pertenece al libro ¿Dónde está Wally? En Hollywood de Martin Handford. La foto la he hecho yo (por eso está algo rara en el centro) porque no he encontrado ninguna vista general. Lo que sí he encontrado son dos detalles ampliadísimos que podéis ver aquí y aquí.

El cartelón de la foto dice:

¡Psst! ¡Esta es una película muda!

Así es como empezó el sueño de Hollywood, con películas mudas rodadas en blanco y negro. Son alocadas y te hacen reír. Actuar en estas comedias puede resultar muy duro… ¡mirad cuántos accidentes se están produciendo! Pero lo mejor de todo es que ningún actor se hace daño… ¡Por muchas veces que caigan de bruces al suelo!

¿Dónde está Wally?

Hoy una receta fácil, sencilla y para toda la familia: vamos a crear un poema dadaísta según las instrucciones proporcionadas por el propio TRISTAN TZARA.

Dificultad: Muy fácil.

Tiempo: Variable.

Ingredientes: un periódico, tijeras, una bolsa, lápiz y papel.

Pasos:

Coja un periódico.
Coja unas tijeras.
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que quiera darle a su poema.
Recorte el artículo.
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el artículo y métalas en una bolsa.
Agítela suavemente.
Ahora saque cada recorte uno tras otro.
Copie concienzudamente en el orden en que hayan salido de la bolsa.
El poema se parecerá a usted.
Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendida del vulgo.

Y he aquí mi resultado:

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El 6 de Octubre de 1582 no exisitó.

Ni el 5 Octubre, ni el 7, ni el 8… y así hasta el 15 de Octubre.

Se pasó del 4 de Octubre de 1582 directamente al 15 de Octubre como resultado del decreto del papa Gregorio XIII, que fue implantando el calendario gregoriano, que debía sustituir al calendario juliano, que llevaba funcionando desde el año 46 a. C. Pero solo ocurrió en los países europeos y sus colonias, ya que, por ejemplo en los países de religión ortodoxa no se fijó el nuevo calendario hasta la segunda década del siglo XX.

Lo que no está claro es si afectó a Europa y a sus colonias a la misma hora, ya que aún no se habían inventado los husos horarios. Fue el canadiense Standford Fleming quien inventó el concepto de Horario Universal y el sistema horario de 24 horas, cuando perdió un tren en Irlanda. Ya propuso la idea en 1879, pero no terminaba de convencer, y no fue hasta 1929 cuando los principales países del mundo por fin aceptaron la división del planeta en 24 zonas horarias que partirían del Antimeridiano de Greenwich, hoy llamado Meridiano 180º.